lunes, 27 de junio de 2016

¿Por qué El Quijote es la obra más importante de la literatura hispánica?

Todos hemos oido hablar de la novela de Cervantes, El Quijote. Se dice de ella que es la obra cumbre de la literatura universal. Pero para la inmensa mayoría no es más que una gran desconocida, un simple libro de cuentos, una especie de cómic de la época. Si se pregunta sobre ella, todo el mundo sabe que son las aventuras de un loco que se creía caballero y su fiel escudero, y poco más.

Pero hay mucho más que eso en El Quijote. Hay una crítica brutal a la sociedad de la época. Un hombre que tergiversa la realidad, que parte de una fantasía y crea su propio mundo, enfrentándolo a una realidad social muy diferente. Cervantes pone en ojos del loco Quijote gigantes donde en realidad hay molinos de viento, transforma rebaños de ovejas en peligrosos ejércitos, y ve inmensos castillos donde tan sólo hay posadas.

Cervantes pone a la sociedad española de la época en los ojos del Quijote. Es la época del imperio donde jamás se ponía el sol, de las ansias expansionistas de Felipe II, donde las riquezas del expolio de las colonias enriquecía a unos pocos pero no servía para apaciguar la profunda crisis económica que sufría el pueblo, donde el desempleo era tan grande que la inmensa mayoría de la gente vivía de la picaresca (reflejada en la obra con médicos incompetentes, bandidos, inquisidores de pega) o se veía obligada a emigrar (a colonizar América, por ejemplo) y el pueblo llano estaba compuesto por campesinos ignorantes sin ningún tipo de estudios, pero que se creían la base económica de la sociedad, los que mantenían al resto.

El Quijote representó las gafas de unicornios de colores que tenía la sociedad española, deslumbrada por el vasto imperio del que alardeaba la corona, pero muerta de hambre en la realidad. Enfrentó realidad y ficción en una alegoría que describe perfectamente la idiosincracia del pueblo español.

Y lo mejor de la obra es que Cervantes consiguió colocar la obra como un libro de humor. Esto es algo muy típico también de la sociedad española, el utilizar el humor para expresar la crítica y transmitir un mensaje burlando a la autoridad pertinente, esa que sin duda la censuraría. Y sus lectores se identificaron plenamente con la obra, se identificaron con Don Quijote, pero desde un punto de vista enfermizo. Veían en el loco a una sociedad valiente que era capaz de enfrentarse con gigantes sin pedir nada a cambio, porque lo llevaba impreso a fuego en su propia naturaleza.

La obra se ha convertido en inmortal porque reflejaba la sociedad española de la época, y porque en esencia, esa sociedad no ha evolucionado, y sigue siendo exactamente igual. Seguimos siendo Quijotes deslumbrados por mentiras que se nos muestran como verdades absolutas, conservadores incapaces de cambiar, que seguiremos apoyando mayoritariamente a nuestros amos, pase lo que pase, porque nos adaptamos y buscamos acurrucados en la esquina menos húmeda de nuestra celda nuestra zona de confort.

Seguiremos siendo los otros Quijotes, los que se enfrentan a la realidad de los molinos de viento viendo en la fantasía de nuestros miedos que son gigantes, y lo haremos sin pedir nada a cambio.

Seguimos siendo campesinos ignorantes a los que los poderosos les roban todos sus beneficios, pobres desarrapados que sobrevivimos de la picaresca, soldados de fortuna que huimos del país en busca de riquezas pero que morimos en las selvas del Amazonas.

Seguimos siendo trabajadores a los que nos bajan los sueldos para que las grandes constructoras y empresas eléctricas se forren, pobres desgraciados que falseamos datos para cobrar las ayudas sociales, ingenieros que nos vamos a Inglaterra en busca de trabajo y acabamos sirviendo cafés en Londres.

Y como en aquella época, lo hacemos contentos, porque podría ser peor, porque siempre hay alguien que está en peores condiciones. Donde envidiamos al igual que triunfa y celebramos, cuando no alentamos, su caída, que respetamos con genuflexión al poderoso que no ha hecho nada más para serlo que estar cerca del poder, y que tenemos un miedo cerval al cambio, un miedo que permite que el poder se perpetúe, pase lo que pase nuestro alrededor .

Y lo que hace especial a la novela de Cervantes, aparte de reflejar perfectamente a la sociedad española y de ser inmortal, es que como siempre, una crítica social, algo incómodo para el régimen, ha sido asumido por éste como un icono, haciéndolo suyo, manipulándolo para sí, algo muy español, como pasó en su día con las Cortes de Cádiz, una contestación al régimen absolutista, un destello de libertad, que fue aplastado por el poder con el apoyo de un pueblo temeroso, que prefirió dar la vida por un rey absolutista que atreverse a cambiar.

Cervantes reflejó perfectamente a la sociedad española, y ahí precisamente radicó su éxito. Una sociedad asolada por el desempleo, bajo la bota del poderoso, pero que antes morirá y matará que atreverse a cambiar. Esa sociedad mira siempre hacia otro lado cuando se la critica y responde a la crítica en silencio, reafirmándose en su cobardía apoyando en la sombra a quien le pisa.

Esa misma sociedad que hoy respira aliviada ya que aunque se le ha mostrado la realidad, se ha enfrentado a un espejo para que se vea a sí misma, hoy se despierta reconfortada porque han ganado las elecciones los que ofrecían el espejismo. Y comienza el principio del fin de ese movimiento que se inició un 15 de mayo de 2011. Y cuando el oprimido pueblo español lo vea irreversible, lo mitificará denominándolo nuestra Spanish Revolution, alardeando de ella con orgullo como si hubiera triunfado en España.

España se ha enfrentado a unos molinos de viento, pensando que eran peligrosos gigantes, convencida de que esos seres imaginarios realmente existían, y los ha vencido, saliendo maltrecha y dolorida del lance. 

España ha vencido a los imaginarios bolivarianos votando a quien nos ha sodomizado los últimos cuatro años, y ahora respira aliviada por ello.

Genial Cervantes, como siempre.

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