miércoles, 24 de diciembre de 2014

Ponga un pobre en su casa

Estamos en una época en la que la solidaridad se hace más patente en nuestra sociedad, influidos por antiguos mantras navideños, provenientes de la época de Dickens, en la que los ricos se apiadaban una vez al año de los pobres y limpiaban su conciencia repartiendo las migajas de una cena supuestamente solidaria.

Esta situación fue poco a poco revirtiéndose a lo largo del siglo XX, debido sobre todo por la aparición del comunismo como revolución social de los pobres que no deseaban ya más esas migajas contrarestado en Europa por la sociedad del bienestar, que proveía a las clases más bajas de la sociedad de una ayuda económica en forma de servicios sociales.

Así pues, a los habitantes del primer mundo, el estado les proporcionaba sanidad, educación y protección social en su vejez, aderezado con derechos laborales y una justicia universal aceptable. Esto supuso que la gente tuviera un superavit económico debido a que parte de sus necesidades básicas estaban cubiertas.

Hubo también un cambio económico importante. Así pues, cuando la gente moría de hambre en las calles de Europa. ésta colonizaba países fuera de sus fronteras, sometiendo a sus habitantes y creando zonas de expansión donde trasladar a los pobres que sobraban dentro de sus fronteras. El coste militar era enorme no solo por la necesidad de conquistar nuevas tierras, sino por protegerlas de las potencias vecinas. Sólo hay que pasearse por la Wikipedia para comprobar el número de guerras coloniales que hubo en el siglo XIX, e imaginarse el coste que supondrían.

Esas colonias alimentaban de materias primas a la potencia colonizadora y el comercio sufragaba el coste militar de su protección y de paso enriquecía aún más a sus clases pudientes. Pero hubo una potencia que no pudo exportar a sus pobres, cuya ansia de colonizar se convirtió en un gran fracaso. Esa potencia fue Rusia, y fue precisamente en ella, cuando el pueblo no tuvo siquiera la salida de la emigración, donde caló más profundamente la idea de la revolución, y donde se implantó el comunismo,.

Y se potenció la sociedad del bienestar con el objetivo de contrarrestar ese comunismo en las sociedades occidentales, sobre todo en Europa, con una economía basada en el consumo interno, proteccionista, frente a a otra economía basada en el colonialismo expansionista como fue la estadounidense, con menor protección social (aunque presente) pero en constante crecimiento por la globalización de sus empresas.

Pero se acabó el comunismo y Europa decidió tomar otro rumbo. Creyó que su mercado interno era poderoso, que lo podía basar en el sector terciario únicamente, en los servicios, y trasladó sus fábricas a otras zonas en la búsqueda de la mano de obra barata. Y comenzó a fabricar masivamente en India, China, Corea, Bangla Desh y otros países del sudeste asiático, con financiación proveniente principalmente de los países del Golfo Pérsico, de riqueza proveniente del petróleo.

Y como es lógico, se desembocó en una crisis social sin precedentes, ya que para poder mantener el consumo, si no hay ingresos, hay que endeudarse, y cuando no se puede pagar la deuda, ésta se traslada al prestamista. Y el prestamista debe ser rescatado, como ha pasado con la banca, mientras que el deudor entra en una espiral de exclusión social sin salida, ya que deberá la deuda con sus intereses de por vida, sin posibilidad de escapar en un nuevo comienzo.

Es entonces cuando el sistema económico liberal muestra sus debilidades. Una economía sin producción no crea riqueza. Una economía endeudada no puede crecer. Una economía basada en la exportación acaba cayendo por falta de mercados. Y una economía globalizada, sin protección, colapsa.

Y lo que es peor, la poca riqueza que se crea, no se reparte, sino que alimenta a unos pocos. Como en la época victoriana, cuando el imperio británico mostraba su mayor explendor mientras que por las calles del Londres los niños morían de hambre y raquitismo.

Se crea la solidaridad privada y altruista para cubrir a la gente unas necesidades básicas que se han perdido por el colapso de esa economía. Aparecen las escuelas patrocinadas por algún rico, las donaciones (que desgravan impuestos) a bancos de alimentos y las campañas navideñas de la Coca-Cola de turno, que aprovecha para aumentar sus ventas por la imagen de buenismo que emana.

Estamos volviendo al siglo XIX, ese de la expansión económica de Europa, el del colonialismo y la desigualdad social. Pero esta vez no quedan apenas territorios que colonizar y los presupuestos de defensa y seguridad son inasumibles para cubrir las demandas de quienes controlan la economía.

Estamos a puertas de lo que ocurrió al final de la primera guerra mundial en Rusia, y tratados como el que se está gestando de libre comercio con Estados Unidos puede ser la puntilla para el régimen liberal. Syriza, Podemos, el Frente Nacional o el Partido de las Cinco Estrellas son los avisos que está dando la sociedad europea en el sentido de que este modelo no le vale.

La única salida que le queda a Europa es recuperar el estado del bienestar sí o sí, ya que la sociedad no está dispuesta a sentarse en la mesa de unos ricos que por navidad tratan de compensar con una cena 364 días al año de hambre.

Para acabar, y con la sorna habitual de ese nuestro partido del gobierno que asocia malnutrición infantil con obesidad, TVE emite hoy en "Versión Española" la genial película de Berlanga, "Plácido" basada en la campaña franquista "pon un pobre en tu mesa". A señalar la imagen en la que los ricos y los pobres comen pollo en la misma mesa, los ricos las pechugas, los pobres las alitas.

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