martes, 7 de octubre de 2014

Ébola, la gran beneficiada de este desastre, la sanidad privada.

Llevo tiempo preguntándome a santo de qué han traído a estos dos misioneros contagiados de ébola a morir a España. La edad del primero no hacía concebir demasiadas esperanzas de que pudiera sobrevivir al virus, aunque fue tratado con el famoso suero experimental.

Quizá se hubiera justificado su repatriación con temas relacionados con la investigación de medicamentos, algo muy loable aunque el uso de instalaciones públicas para que una entidad privada pruebe un producto del que luego va a obtener tan sólo ella beneficio, siendo además una empresa canadiense, ni siquiera europea, puede levantar muchas suspicacias.

Pero luego se trajo a un segundo misionero, y éste ya no tenía suero milagroso con el que tratarse. Vino exclusivamente a morir, algo que hizo a los pocos días. Quizá se podría disfrazar de labor humanitaria, pero creo que el riesgo que trajo consigo esa acción se ha demostrado inasumible.

Le he estado dando vueltas a estas acciones realizadas por el ministerio de sanidad, acciones quijotescas en las que no se ha valorado el riesgo, trayendo a una ciudad de más de 3 millones de habitantes un virus mortal.

Las autoridades sanitarias nos tranquilizan diciendo que no es para tanto, que el contagio es prácticamente imposible, y que esas cosas sólo ocurren en países con una sanidad deficiente como los africanos donde se ha desatado la epidemia. Pero esos argumentos me acuerdo haberlos escuchado cuando ocurrió el desastre de Chernobyl, algo que el de Fukushima de encargó de desmentir.

Se ha denunciado en varias ocasiones que los protocolos que se han seguido eran insuficientes. Han traído un virus mortal en medio de un proceso de desmantelamiento de la sanidad pública. Y el contagio de una auxiliar de enfermería (ni siquiera una enfermera) que estuvo en contacto con el último enfermo hace saltar las alarmas. Y al final, me temo que va a ponerse en entredicho la sanidad pública española, una de las mejores del mundo en la era pre-Ana Mato. Y esa crítica se va a hacer a nivel internacional.

Y ha tenido lugar en Madrid, en una comunidad en la que la sanidad ha sido muy castigada por los sucesivos gobiernos del PP. Pero la que va a quedar en entredicho va a ser la sanidad pública, a la que van a describir como un monstruo repleto de funcionarios en la que no se pueden establecer protocolos especiales, algo que no ocurriría en la privada.

Habrá voces que denosten a nuestra sanidad, a la sanidad de todos, bajo esa bandera de que "esto en la privada no hubiera ocurrido". Y personalmente, como ya de este Gobierno no me fío en absoluto, empiezo a sospechar que estas repatriaciones de tan algo riesgo no han sido por casualidad, y que los protocolos de actuación no han fallado casualmente, sino que los propios protocolos son los que eran erróneos.

Porque... ¿Quien ha permitido que una auxiliar de enfermería haya estado en contacto con el enfermo? Quizás hayan pasado por esa habitación hasta celadores sin preparación. No tardaremos en empezar a escuchar un discurso en segundo plano, un rumor lejano en el que se culpe a los profesionales sanitarios del error. Está en juego nuestra salud y por mucho que por la boca grande digamos que la cagada ha sido del gobierno, el miedo nos empuja hacia una sanidad privada en cuyos hospitales no hay pacientes con el virus de ébola.

La gran beneficiada, la sanidad privada. La gran denostada, la sanidad pública. ¿Y quien ha provocado ésto? Quienes se van a ir de rositas, como siempre, quienes han culpabilizado en primer lugar a la auxiliar de enfermería, que no tardarán en cargar las tintas contra los profesionales sanitarios y quienes han puesto en entredicho nuestra joya de la corona, nuestra sanidad.

Éstos no dan puntada sin hilo.

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