jueves, 3 de julio de 2014

Una mirada al pasado de la obra pública vasca

Hubo un tiempo en el que la obra pública se consideraba un motor para la economía, y los ayuntamientos y diputaciones de todo el mundo, sin que las instituciones vascas fueran una excepción, licitaban obras, ya fueran estadios deportivos, ya fueran carreteras o ya fuera infraestructuras portuarias que se adjudicaban al mejor postor.

Grandes empresas locales o nacionales, eran las encargadas de llevar a cabo esas faraónicas obras, coordinando diversas subcontratas para poderlas llevar a cabo. Las condiciones de trabajo eran duras, con jornadas de más de 10 horas en muchos casos, por sueldos de miseria. Los sueldos podrían alcanzar los 1.600 € actuales al mes, pero para conseguirlo debían trabajar más de 10 horas diarias, 7 días a la semana.

Los industriales encargados de las obras ocultaban las condiciones laborales a una administración que hacía la vista gorda en aras del progreso, justificándolo debido a la pertinaz crisis y por el ansiado crecimiento económico. Hordas de trabajadores procedentes de Portugal se trasladaban todos los meses en furgonetas desde sus lugares de origen, donde eran contratados por los empresarios sin escrúpulos a los que se habían subcontratado las obras, alojándose incluso en algunos caso en la misma obra, algo ahora prohibido, o en barracones sin ningún tipo de garantía sanitaria, en condiciones infrahumanas.

El material en general no era de demasiada calidad, comprándose a muy bajo precio, buscando stocks perdidos, fabricantes piratas, sustituyendo materiales en proyecto por otros de peor calidad y otras artimañas para poder obtener beneficios sobre una obra licitada a la baja, muchas veces con bajas que ahora nos parecerían temerarias, de hasta el 50% sobre el precio de licitación.

Y cuando por alguna razón debían justificar los sueldos de los trabajadores en la obra, se les pagaba lo convenido en convenio, para una vez de vuelta a Portugal, exigirles la devolución de parte de lo pagado so pena de no volver a trabajar. También se ocultaban las enfermedades laborales y las lesiones producidas por el exceso de trabajo en condiciones precarias. El trabajador que hubiera sufrido una lesión se repatriaba inmediatamente al país luso, ocultándose su situación y encargándose el sistema nacional de salud portugués de tratarlo, muchas veces no adecuadamente.

Los más viejos del lugar recuerdan estas obras y a los empresarios que las llevaban a cabo. Como ejemplos, la remodelación del Buesa Arena, el pabellón de baloncesto donde juega el Caja Laboral Baskonia, obra realizada en 2012 por la UTE Lagunketa, Zikotz y Giroa (esta última perteneciente al Grupo Dalkia, filial de la francesa EDF, Electricidad De Francia, sí, la de las nucleares), la misma UTE que está llevando a cabo las obras del nuevo Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz.

Y sin salir de Vitoria, no nos podemos olvidar de las obras de la nueva estación de autobuses, esa que querían llamar Estación Adolfo Suarez, que lleva a cabo Vias, empresa del grupo ACS, sí, el del Castor, la misma que está haciendo el Centro Cívico Salburúa.

¿Sólo en Vitoria pasan esas cosas? Para nada. Ahí está Sacyr con las obras en el Puerto Autónomo de Bilbao, o la UTE San Mamés para las obras de San Mamés Barria, el nuevo campo del Athletic, compuesta por Balzola, Cycasa, Viuda de Sainz, EXVASA y Excavaciones Cantábricas, que en Bilbao todo queda en casa... o casi todo, y alguna de estas empresas conformaron la UTE Arraiz, que llevó a cabo las obras de la Supersur.

Y en Gipuzkoa. Más de lo mismo. Las obras del túnel de Deskarga ya se llevaron una vida por delante por las míseras condiciones de trabajo, con camiones sin frenos, en las que se veían obligados a trabajar los obreros, esos que sirven de sobrenombre a algún partido político en este país.

En todas estas obras ha habido denuncias por las condiciones laborales en las que se han desarrollado, con accidentes mortales en algunas de ellas. Y me sorprende que los técnicos de Osalan, esos a los que he visto en todas y cada una de las obras que he llevado a cabo, técnicos muy celosos de su trabajo que en una ocasión me hicieron modificar la situación de una señalización de seguridad en una cubierta en 10 centímetros, insisto, me sorprende que estos técnicos no hayan abierto ningún expediente sancionador por las irregularidades que están ocurriendo fehacientemente en estas obras y que no sólo las conocemos todos los industriales y trabajadores de Euskadi, sino que ya han recibido varias denuncias por parte de los sindicatos.

Algunos se han empeñado en que volvamos a los años 50 y poco a poco lo están consiguiendo.

Si quieres conocer más sobre mí, puedes leer mis novelas, (puedes informarte aquí) de estilo variado, desde el humor de "Por un puñado de polvos" hasta el género fantástico de "La muerte de Adam", pasando por la novela policíaca de  "Crimen perfecto" o "El sueño español, sí se puede", sobre la corrupción en España, recientemente publicada. O mi última novela, "El final de la cuenta atrás" sobre la posibilidad de un ataque nuclear sobre Nueva York.

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