viernes, 15 de noviembre de 2013

Zas, en toda la boca del Parlamento navarro a su gobierno de UPN y al PP

El parlamento navarro ha aprobado una ley que obliga al gobierno a sufragar el coste de las exhumaciones de muertos por la represión franquista en fosas comunes, y a abrir un banco de ADN, o incluso a reconocimientos institucionales para los muertos por esa represión.

Esta ley se ha aprobado con los votos en contra del PP (sus razones tendrá, y la verdad a estas alturas sus balbuceantes excusas desgranadas para sus votantes ya no me valen) y la abstención de UPN, los que gobiernan.

La aprobación de esta ley supone un revés importante para ambas fuerzas políticas, que aún acogen en su seno de votos a los asesinos que acabaron con la vida y luego enterraron en fosas comunes a todos los navarros que se beneficiarán de esta ley.

Porque la realidad nos dice que esta ley es especial. Fueron aproximadamente 3.400 los navarros asesinados en cunetas durante y después de la guerra civil, absolutamente todos del bando republicano. Porque en Navarra no hubo guerra civil, en Navarra no se libró ninguna batalla de la guerra civil.

Ninguno de estos 3.400 asesinados en la retaguardia fascista navarra será beatificado en ningún acto masivo retransmitido en directo por la Televisión Española, y sin esta ley, no sólo permanecerían bajo tierra sin permiso para recuperarlos, sino que jamás recibirían ni el más mínimo reconocimiento ni homenaje.

Y mientras tanto, los hijos de los asesinos siguen celebrando los cumpleaños de los que no vacilaron en señalar y disparar a sus vecinos, paseándose altivos al lado de los hijos de los asesinados, que han tenido que esperar décadas para poder tener algo que celebrar.


Hoy, décadas después de la guerra civil, sólo siguen recibiendo homenajes y beatificaciones los vencedores de la contienda, mientras que los perdedores, asesinados, siguen olvidados en cunetas, o como se ha dado el caso, mezclado sus restos en el osario del Valle de los Caídos, erigido a mayor gloria de los fascistas, donde el cuerpo de su líder, el general Franco, aún se erige en su tumba por encima de los vencidos, en un monumento dantesco que hace décadas que debería hacer sido derruido para dar descanso a los allí arrojados, porque los de un bando han sido arrojados en una fosa común, erigiéndose mausoleos sobre sus despojos donde se veneran a los vencedores.


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